lunes, 28 de septiembre de 2015

Dios ve como un engaño la desobediencia de tu SER INTERIOR







Seas adorada, oh Santísima Trinidad, ahora y siempre, Seas alabada en todas Tus Obras y en todas Tus criaturas. Que la grandeza de Tu misericordia, oh Dios, sea Admirada y glorificada.
Debo tomar nota [3] de los encuentros de mi alma Contigo, oh Dios, en los momentos particulares de Tus visitas. Debo escribir de Ti, oh Inconcebible en la misericordia hacia mi alma. Tu santa voluntad es la vida de mi alma. He recibido este mandato de quien Te sustituye para mi, oh Dios, aquí en la tierra y que me enseña Tu santa voluntad: Jesús Tu ves que difícil es para mí escribir, y que no sé describir claramente lo que siento en el alma. Oh Dios, ¿puede la pluma describir cosas para las cuales, a veces, no hay palabras? Pero me mandas escribir, oh Dios, esto me basta.
Desde los siete años sentía la suprema llamada de Dios, la gracia de la vocación a la vida consagrada. A los siete años por primera vez oí la voz de Dios en mi alma, es decir, la invitación a una vida más perfecta. Sin embargo, no siempre obedecí la voz de la gracia. No encontré a nadie quien me aclarase esas cosas. 
Las continuas llamadas de la gracia eran para mi un gran tormento, sin embargo intenté apagarlas con distracciones. Evitaba a Dios dentro de mi y con toda mi alma me inclinaba hacia las criaturas. Pero la gracia divina venció en mi alma.
Una vez, junto con una de mis hermanas fuimos a un baile [5]. Cuando todos se Divertían mucho, mi alma sufría [tormentos] interiores. En el momento en que empecé a bailar, de repente vi a Jesús junto a mí. A Jesús martirizado, despojado de Sus vestiduras, cubierto de heridas, diciéndome esas palabras: ¿Hasta cuándo Me harás sufrir, hasta cuándo Me engañaras?

del diario de la vidente Sor Maria Faustina 

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